miércoles, 13 de febrero de 2019

Los colegas están para ayudar


Parafraseando al más grande los escritores, Don Miguel de Cervantes Saavedra: En un lugar de mi mente de cuya ubicación no logro acordarme, es donde debe estar mi inspiración. Llevo literalmente una semana en blanco sin saber bien que poner para ésta, la primera entrada al blog. Por tanto, he decidido usar la sabiduría de quienes me han acompañado a lo largo de mis treinta y seia años y a quienes me encantaría llamar algún día colegas de profesión.
Mucha gente cuando han sabido de mi afición literaria, sorprendidos, me han hecho preguntas que no he sabido responder en el momento, y que mis “colegas” van a responder por mí, tales como:
—¿Por qué me ha dado ahora por ahí?
“No sé lo que puede llegar, pero sea lo que sea, iré hacia ello riéndome” (Herman Melville, Moby Dick, 1851).
—¿Por qué ahora?
“La mayor aventura es la que nos espera. Hoy y mañana aún no se han dicho. Las posibilidades, los cambios son todos vuestros por hacer. El molde de su vida en sus manos esta para romper” (J.R.R. Tolkien, El Hobbit, 1937).
—¿No te asusta?
“No hay vergüenza en sentir miedo me enseñó mi padre; lo importante es cómo le hacemos frente” (George R.R. Martin, Choque de Reyes, Canción de hielo y fuego, 1998).
He de decir que realmente no me asusta exponerme, pero mentiría sino reconociera que me preocupa que alguien opine de mis libros lo mismo que Charles Dickens plasmó en Oliver Twist (1837-1839) y que se diga eso de: “hay libros cuyas partes traseras y cubiertas son de lejos la mejor parte”.
Prefiero pensar que todo libro es bueno para alguien, personalmente espero que los míos lo sean para muchos. Pues como escribía Carlos Ruiz Zafón en La sombra del viento (2001): "Cada libro, cada volumen que ves aquí, tiene un alma. El alma de la persona que lo escribió y de aquellos que lo leyeron, vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien baja sus ojos a las páginas, su espíritu crece y se fortalece".
De entre todas esas personas curiosas y sorprendidas, me he encontrado a distintos grupos. Siempre están los que pretenden que sigas con los pies en la tierra.
—¿Te compensa?
“Nada que valga la pena es fácil” (Nicholas Sparks, Mensaje en una botella, 1998).
Pero en este momento lo que realmente me apetece gritar a los cuatro vientos es:
“Siento que me estoy moviendo hacia delante a la vez que alejándome de algo, y todo es posible” (Bret Easton Ellis, American Psycho, 1991).
Luego hay gente que, con la excusa de darte una dosis de realidad, lo que realmente pretenden es desanimarte. Es esa gente tóxica con la que todos nos hemos cruzado alguna vez, es aquella que proyecta sus inseguridades en los demás, a estos últimos les diría que dejen de ser como El perro del hortelano del majestuoso Lope de Vega.
“Es del hortelano el perro: ni come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro”.
En contrapunto están los que tienen demasiadas expectativas y te dicen cosas como cuando seas famosa no te olvides de nosotros. Y, por último, los que creen que he perdido la cabeza y que cometo un error, a ellos que creen que:
“Los locos son una terrible equivocación de la Naturaleza; son las faltas de ortografía de Dios” (Torcuato Luca de Tena, Los renglones torcidos de Dios, 1979).
Les diré:
“Quizá la verdadera locura no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo ha tomado la inteligente resolución de volverse loca” (Torcuato Luca de Tena, Los renglones torcidos de Dios, 1979).
Pero de todos los consejos prefiero quedarme con la filosofía del gran Stephen King, y la frase que escribió en Rita Hayworth y la redención de Shawshank (1982).
“Ocúpate viviendo u ocúpate muriendo”.
Si soy sincera cuando alguien me pregunta ¿Por qué escribo? La verdad es que no lo sé con seguridad, puede que tenga que ver que me gusta la soledad de la escritura, o que me divierte o que simplemente no hay una respuesta lógica a esa pregunta y como dijo el gran Gabriel García Márquez en Vivir para contarla (2002):
“El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar”.
Y a la incontestable pregunta de, ¿si lo haré por siempre? Dejaré que conteste Lewis Carroll, con su diálogo en Alicia en el País de las Maravillas (1865).
“Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre?
Conejo blanco: A veces solo un segundo.”
No soy una gran comercial y no sé si mis novelas gustarán o no. No sé si tienen la calidad suficiente para auto-publicarme, pero tengo el descaro, que me da el orgullo de escribirlas, de pedir que se las dé una oportunidad y puedan alcanzar al mayor número de lectores, porque hay un autor para cada lector, y la sensación más maravillosa del mundo es que alguien recupere o inicie el amor por la lectura tras leer algo que has escrito.

Y como hay que leer mucho os dejo un último consejo. Quien me conoce sabe que no podría cerrar la entrada con ningún otro autor:
“Desconfíen vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro” (Arturo Pérez-Reverte, Limpieza de Sangre. Las aventuras del Capitán Alatriste, 1997).